• Emplaza con un discurso moralista a los catalanes a dejar de lamerse las heridas para poder avanzar
• El 'president' deja en un segundo plano el tema de la financiación para disgusto de los nacionalistas
LUIS MAURI
Contra la crisis económica, más esfuerzo y menos quejas. Más sacrificio personal y colectivo, y menos ensimismamiento melancólico. Esta es la receta que el presidente de la Generalitat, José Montilla, extendió ayer a los ciudadanos, a los políticos y a las instituciones de Catalunya para hacer frente a las consecuencias del infarto del sistema financiero internacional. El president abrió ayer tarde en el Parlament el segundo debate de política general de su mandato con un discurso de marcado acento moralista. Y, por eso mismo, osado. No es frecuente que los políticos exijan expresamente a los ciudadanos que no se queden de brazos cruzados esperando a ver qué hacen sus gobernantes para encarar los problemas, sino que arrimen el hombro con esfuerzo, sacrificio y determinación, cada uno en su lugar de trabajo, de formación laboral o de estudio.
Antes de eso, Montilla hizo un detalladísimo repaso, departamento por departamento, de la obra y los proyectos de su Gobierno. Quiso remarcar así que el Ejecutivo no está mano sobre mano, sino que actúa desde hace meses teniendo presente los malos tiempos que se vienen encima. En este terreno, Montilla jugaba con un crédito adicional: meses atrás, cuando el presidente del Gobierno central, José Luis Rodríguez Zapatero, se empecinaba en negar la crítica realidad de la situación económica, el presidente catalán fue de los primeros dirigentes socialistas españoles, si no el primero, en admitir públicamente y sin ambages la gravedad de la crisis. Ayer insistió en ello: "No será ni leve, ni breve".
Con este aval en el bolsillo, el president se entregó a la tarea moralizante en los últimos 15 minutos de su intervención. Apeló directamente a los ciudadanos para que entiendan que los problemas y los retos de Catalunya no competen exclusivamente al Govern y a los partidos políticos, sino a todos y cada uno de los catalanes. Y a estos emplazó a arrinconar los estados de enfado, decepción, perplejidad e insatisfacción."Los países no avanzan mirándose el ombligo y lamiéndose las heridas", dijo. "Estoy convencido de que muchas veces perdemos la fuerza por la boca. Hablamos demasiado de los otros y de nuestras decepciones, y poco de nuestras responsabilidades y obligaciones".Reclamó a los ciudadanos que, en vez de entregarse a la insatisfacción indolente, se aferren a los valores del trabajo y el sacrificio personal y colectivo. Pidió a los trabajadores que sean más eficientes y eficaces. A los parados, que no escatimen esfuerzos en formarse y reciclarse, y que estén dispuestos a adaptarse a nuevos horarios laborales y a nuevos destinos geográficos. Y a los estudiantes, que amplíen sus currículos.
AVISO DE DOBLE FILO
"Catalunya", remachó el presidente, "será rica y plena si todo el mundo hace un poco más de lo que le toca". Y aún agregó para resaltar la responsabilidad de los individuos en la marcha del país: "Seremos como nación lo que seamos como personas". Por parte suya y de su Ejecutivo, después de desgranar la prolija letanía de la obra y los proyectos gubernamentales, prometió "trabajo, tenacidad, rigor, creatividad y ambición". Lista de valores que aprovechó para insistir en dos ideas que ha repetido mucho en los últimos meses.
La primera es que la tenacidad y la firmeza no deben confundirse con la proclividad a los aspavientos. La segunda, que el rigor obliga a respetar los acuerdos, referencia que, en el contexto de la negociación de la financiación autonómica, tenía dos destinatarios: CiU, de un lado, y el Gobierno de Zapatero, del otro. La crisis económica atravesó de cabo a rabo el discurso de Montilla. Unas veces de forma explícita. Otras, la mayoría, implícitamente, como la hora y media en que recitó la gestión de su Gobierno. Una gestión guiada, dijo, por el propósito de generar diálogo y confianza social, de proteger a los ciudadanos con menos recursos, de estimular la economía, de mantener la inversión pública y de extremar la austeridad presupuestaria. Aquí quiso ser realista: admitió que la crisis obligará a demorar algunas de sus promesas.
Decidido a evitar que la financiación autonómica monopolice el debate, Montilla despachó ayer el asunto en unos pocos minutos, en los que reiteró su posición. Pero la primera reacción de CiU a la intervención presidencial --centrada justo en este tema-- hace prever que Artur Mas hará hoy lo imposible para centrar el debate en la financiación. Le ayudará el hecho de que el tripartito y CiU están negociando una resolución para tratar de salvar, aunque sea momentáneamente, la unidad catalana en la negociación con el Estado.
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